Saber cuándo, cómo y a quién pedirle colaboración es una característica útil y valorable cuando se tiene un equipo a cargo. Ser humilde y reconocer que no se puede con toda la carga es el primer paso.


 

La creencia de que un buen líder es quien no hace preguntas ni pide ayuda puede ser catastrófico para cualquier organización. Es probable que antes de ser un éxito, esta idea convierta al líder en una persona individualista y consumida por el trabajo. Al contrario, hay un rasgo que distingue a los mejores líderes de los demás, sin importar cuán inteligentes, motivados y visionarios sean, y es que ven el camino al éxito como un esfuerzo grupal en lugar de personal.

Más importante aún, reconocen cuándo necesitan ayuda y no tienen miedo de pedirla, según Forbes.es.

Parte del grupo de personas que cree que debe hacer todo por su cuenta también tiende a pensar que lo saben todo, lo que es aún más ilógico, y termina por sobrecargarse. Este tipo de cabecilla asume trabajo adicional que su personal es capaz de hacer, pero es un arma de doble filo: se sobrecarga de trabajo, empieza a hacer malabares con demasiadas cosas a la vez y luego pasan por alto los plazos.

Como resultado, aumentarán los niveles de estrés en este tipo de jefes o líderes, sufrirá la calidad de su trabajo y, en consecuencia, el rendimiento de toda la organización. Es decir, seguir con tales prácticas se convertirá en un patrón peligroso que puede alejar a todo el equipo e incluso poner en peligro el negocio.

Ventajas

Financial Post, por su parte, destaca por qué pedir ayuda es clave para el desarrollo y éxito profesionales.

En primer lugar, enfrentarte como líder a una situación por la que necesitas pedir ayuda significa que estás avanzando, que estás saliendo de tu zona de confort: te exige una oportunidad de aprendizaje y crecimiento, mientras que tener todo bajo control supone recurrir a procedimientos y conocimientos que pueden quedarse cortos ante el desafío que tienes entre manos.


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Por otro lado, pedir ayuda hará que te familiarices con diversos puntos de vista. Por lo mismo, pedir ayuda no es rasgo de debilidad, sino que de enriquecimiento. Preguntar a otro expandirá el universo de posibilidades para resolver un problema y ampliará el conocimiento personal. Por lo general, pensar en equipo es más efectivo que de forma individual.

Al ser un líder que pide ayuda estarás educando con el ejemplo al resto de tu equipo. Sus integrantes verán que pedir ayuda es un acto de valentía, además de que se sentirán validados, ya que se estará confiando en ellos.

¿Cómo lograrlo?

Este hábito puede ser difícil de cambiar, pero, de todas formas, esforzarse por realizar pequeñas acciones conscientes pueden marcar la diferencia:

  1. Mírate. ¿Te resulta difícil confiar en los empleados? ¿Te sientes mal cuando asignas trabajo a otras personas? ¿Prefieres trabajar solo que colaborativamente? Si has respondido que sí a al menos una de estas preguntas, entonces el problema real surge desde adentro. Recuerda que los capitanes no ganan juegos solos; necesitan el apoyo y el talento de otros jugadores.
  2. Delega. La esencia del liderazgo es ofrecer orientación, apoyo e inspiración, como recuerda la edición en español de Entrepeneur. Al no delegar, pones toda la carga sobre tus hombros. Si eres un CEO, empresario o gerente, necesitas romper este hábito de inmediato. Este comportamiento no solo te hará daño, sino que obstaculizará el crecimiento de tu equipo; les impedirás alcanzar todo su potencial, pero incluso en un nivel básico, desde encontrar respuestas por sí mismos. Tendrán poca motivación para hacer el trabajo si saben que lo hará el jefe. Además, en vez de asumir todas las tareas es mejor que te dediques a construir relaciones y elaborar estrategias para los objetivos de la compañía.
  3. No hagas el trabajo del resto. Apártate. Deja que los empleados hagan su trabajo. Los errores están destinados a suceder, y será entonces cuando el liderazgo real saltará a un primer plano. Claro, tal vez no se hubieran cometido los mismos errores, pero lo importante es que, si sucede, tú estarás allí para ofrecer el apoyo y la orientación que tu equipo necesita para seguir aprendiendo y desarrollándose.

Dejar las tareas que una vez estuvieron bajo tu control puede ser muy difícil, pero los beneficios de hacerlo superan con creces la ansiedad inicial. Cuando se solicita ayuda, le muestras a tu personal que confías en ellos.

Lo más importante para tener claro es que si el líder cuenta con más tiempo disponible, entonces la organización tendrá a la cabeza a una persona dedicada a mejorarla. Es por esto que pedir ayuda es una oportunidad, no un signo de fracaso. Piensa en los presidentes, ¿qué sería de ellos sin sus ministros? Está claro que, en todo orden de cosas, el éxito va de la mano de un equipo eficiente y cohesionado, en el que todos trabajen y tengan el apoyo de su líder.

Ten presente que nadie puede llevar a un pueblo, organización o nación a la felicidad y el éxito por sí solo. De partida, este tipo de promesas son irreales, pero, sobre todo, incumplibles por un ser humano. Un líder debe guiar, encaminar, incentivar, ayudar, encontrar recursos y organizar, pero no hacer todo.