Los éxitos tempranos en una trayectoria profesional no son “el camino apropiado para todos”, según el periodista Rich Karlgaard.

“Tenía un trabajo de guardia de seguridad en un patio de camiones, y caminaba por el perímetro con mi linterna y escuché a un perro ladrar. Miré al otro lado de la cerca, al patio de al lado, que era de otra empresa, y me di cuenta de que su guardia de seguridad era un Rottweiler. De repente pensé que mi colega profesional era un perro. Y meses después, Steve Jobs abriría Apple a la bolsa. Por lo tanto, había una gran diferencia entre dónde estaba y lo que estaban haciendo algunos de estos (emprendedores) súper exitosos”. Este relato es de Rich Karlgaard y se refiere a cuando era un graduado de Stanford de 25 años. Lo cuenta como un recordatorio de que todas las carreras profesionales tienen sus propios tiempos, incluso aquellos que desarrollan su potencial más tarde. Este escritor y columnista de Forbes también compartió esta historia en Knowledge@Wharton para promocionar su libro Late Bloomers: The Power of Patience in a World Obsessed with Early Achievement, que explora el tema de la madurez profesional tardía.

Sobre dicho trabajo, el periódico The Wall Street Journal destacó que “nuestra cultura exalta la brillantez juvenil sobre los logros de gente madura, de mayor experiencia o de mayor edad. El talento a menudo florece más tarde en la vida, cuando la experiencia trae sabiduría. . . . Las instituciones y organizaciones que dominan tanto nuestras vidas deberían prestar atención”.

“Las historias de Mark Zuckerberg, Steve Jobs y Bill Gates, prodigios que se convirtieron en multimillonarios antes de los 30 años, reciben mucha atención de los medios. Se presta menos atención a aquellos cuyo éxito llega un poco más tarde en la vida”, explicó Knowledge@Wharton. En una entrevista con este medio, Karlgaard conversó sobre el hecho, a veces pasado por alto, de que las personas pueden desarrollar sus talentos más tarde.

El autor aplaudió los logros tempranos, como los de los fundadores de tres de las principales empresas tecnológicas del mundo, pero aclaró: “Simplemente no creo que sea el camino apropiado para todos”. Según él, la lógica del éxito temprano ha sido alimentada por modelos educacionales que revelan capacidades como la concentración, el dominio de algoritmos o la determinación, pero que puede ignorar otros dones de las personas.

En este contexto, sostuvo que las grandes empresas ponen mucho énfasis en evaluar a sus empleados recién egresados por sus puntuaciones en pruebas estandarizadas o las calificaciones universitarias.

“Pero piensa en todos los dones que se desarrollan a partir de los 20 años, cuando la mayoría de nosotros alcanzamos la madurez plena de nuestra corteza prefrontal, donde adquirimos habilidades de funcionamiento ejecutivo y comenzamos a convertirnos en adultos que funcionan plenamente. Cosas como la curiosidad, la capacidad de recuperación, la ecuanimidad o la capacidad de mantener la calma bajo presión: estos son atributos que los empleadores dicen que quieren, y son valorados, y puedo ver por qué, porque este es el tipo de empleados que crecerán. Pero la disonancia es entre cómo las empresas evalúan a sus primeras contrataciones y luego qué valoran”, explicó.

El autor destacó al respecto que hay otras características que son visibles recién a partir de los 30 y 40 años. Para ello citó un estudio de 2015 dirigido por Laura Germine en la Universidad de Harvard, en el que se preguntó en qué década de nuestras vidas se alcanza el nivel máximo de capacidad cognitiva. Karlgaard dijo a Knowledge@Wharton que la respuesta es compleja e intrigante. “Depende de qué tipo de inteligencia cognitiva estés hablando. Hay muchas de estas formas de inteligencia cognitiva. Por supuesto, la velocidad de procesamiento sináptico rápido, la memoria de trabajo, las cosas que lo convierten en un gran programador de software o en un corredor muy efectivo en Wall Street, alcanzan sus niveles máximos en nuestros años 20. Pero luego, en nuestros 30, 40 y 50 años, entran en juego el reconocimiento más profundo de patrones, la empatía y la compasión, las habilidades de comunicación, todas las cosas que necesitas para crecer y ser eficaz como líder. Luego, en nuestros años 50, 60 y 70, entra en juego todo un conjunto de atributos que llevan a lo que podríamos llamar sabiduría. Esto sugiere que cuando estás pensando en una carrera, en realidad hay un arco. Eres un especialista técnico cuando eres joven, asciendes al rango de gerencia y luego te vuelves un mentor y coach a medida que eres mayor. Creo que es muy alentador. Pero no estamos viendo la parte alentadora de nuestro futuro ya que nos enfocamos en nuestra prisa por celebrar y emular a todos estos éxitos tempranos”.

Karlgaard desarrolló otros conceptos como parte del florecimiento tardío de una carrera profesional. Uno de ellos es la renuncia. Para el autor, “tienes que saber cuándo renunciar estratégicamente. Eso no es lo mismo que decir que tu primera respuesta a cualquier adversidad es renunciar. Pero creo que debemos tener una visión realista de cuándo es apropiado hacerlo”. Una segunda idea se relaciona con aprender a dudar de uno mismo y utilizar esto en favor, tal como si fuera un consejero.

Al minuto de repasar tu carrera profesional, ten presente entonces que puede florecer más tarde que las de tus amigos o colegas. Con el tiempo, las capacidades que hayas aprendido y desarrollado te pueden ayudar a forjar una personalidad laboral más madura y exitosa.

 

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