“Para las tareas simples, el costo del trabajo en equipo excede el beneficio, mientras que para las tareas complejas, los beneficios del trabajo en equipo superan los costos, lo que conduce a una mayor eficiencia”, según un artículo de los académicos Abdullah Almaatouq y Duncan Watts publicado en Quartz.
¿Cuáles son las tareas que hay que ejecutar en equipo y cuáles se deben realizar individualmente? Esta es una pregunta que los gerentes deben tener siempre presente por el impacto que puede tener en la productividad de su empresa.
Abdullah Almaatouq, profesor asistente de MIT Sloan School of Management, y Duncan Watts, profesor de University of Pennsylvania, profundizaron en este tema. En un artículo publicado en Quartz, recuerdan que el consenso académico es que las condiciones de un trabajo influyen en si se le asignará a un grupo a una persona. Para probar esta hipótesis, realizaron un experimento.
Primero, detallaron la complejidad de una tarea según sus “componentes” y “la naturaleza de las interdependencias entre ellas”. En su texto ponen el ejemplo de que ensamblar un auto es más complejo que reabastecer las góndolas de un supermercado. El problema, recalcan, es que “no tenemos una forma de medir la complejidad de cada tarea. Simplemente sabemos que uno es más difícil que el otro”.
Para tratar de medir la complejidad de las tareas, los académicos se guiaron por algunas de las tareas estudiadas en disciplinas como ciencias de la computación y la inteligencia artificial. Por ejemplo, se puede determinar cuantitativamente el grado de complejidad según cuánto tiempo le tome a un algoritmo solucionar un problema. Eso, según Almaatouq y Duncan, “también se puede traducir en la complejidad humana de resolver las mismas tareas. En nuestro estudio, asignamos tareas a las personas y variamos la complejidad de manera objetiva y medible para ver cómo se desempeñaban las personas en comparación con los equipos”.
A partir de los resultados de su trabajo, concluyeron que “los equipos son más eficientes cuando se trata de tareas complejas, pero los individuos son más eficientes en tareas simples”. Explicaron que este descubrimiento se sustenta en los costos y beneficios que tiene ser parte de un grupo de trabajo. Por un lado, los integrantes de un grupo pueden trabajar paralelamente en distintos aspectos de un problema, o aportar perspectivas variadas que permiten encontrar una solución innovadora. Por otra parte, el trabajo en equipo implica dedicar tiempo a la coordinación, que algunos integrantes no den su mayor esfuerzo porque saben que otros sí lo harán, o el riesgo de la “mentalidad de rebaño”, que impide analizar las opciones posibles. De esta forma, afirman que los costos de integrar un equipo son fijos, independientemente de la complejidad de una tarea. En el caso de los beneficios, sí aumentan según la complejidad de una tarea.
La conclusión que deben considerar los gerentes, según Almaatouq y Duncan, “es que para las tareas simples, el costo del trabajo en equipo excede el beneficio, mientras que para las tareas complejas, los beneficios del trabajo en equipo superan los costos, lo que conduce a una mayor eficiencia”. Adicionalmente, sugieren encargarle a un grupo un problema que debe ser solucionado “en la menor cantidad de tiempo”, mientras que deberían asignarle a una persona que solucione un problema simple.
Si bien admiten que no pueden aconsejar a los ejecutivos sobre cómo clasificar una tarea como “compleja”, este último rasgo es determinante. “En última instancia, corresponde a los gerentes determinar la complejidad de tareas específicas; están mejor posicionados para hacer eso que nosotros. Lo que podemos decirles es que evaluar la complejidad de las tareas de forma sistemática y más rigurosa puede ayudarles a asignar recursos de forma más eficaz”, finalizan.